Rusia celebra hoy el 450 aniversario de la Catedral de la Intercesión de la Virgen en el Montículo, más conocida como San Basilio, cuyas cúpulas acebolladas son la tarjeta de visita del país.
Moscú. Rusia. EFE.-
La catedral, situada en uno de los extremos la Plaza Roja en Moscú, es actualmente una filial del Museo Histórico de Moscú y sigue acogiendo servicios eclesiásticos ortodoxos.
Una de las joyas más representativas y llamativas de la historia y arquitectura rusa, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, la catedral fue consagrada solemnemente el 12 de julio de 1561 una vez terminada su construcción que duró cinco años.
El proyecto, envuelto en numerosas leyendas, fue ordenado por el zar Iván el Terrible para glorificar su victoria sobre el Kanato de Kazán.
Una de las leyendas dice que la catedral es una copia de una mezquita en Kazán, que fue destruida por Iván el Terrible, enfadado por la resistencia que ofrecieron los habitantes de la hoy capital tártara a las tropas del zar.
Se cree que entonces las cúpulas de aquella mezquita derrumbada fueron trasladadas a Moscú y simbolizaron la victoria del zar sobre Kazán.
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Otra leyenda dice que el zar dejó ciego al arquitecto de la catedral, Póstnik Yákovlev, nada más terminada la construcción de la obra, para que no construyese nada que superara en belleza a la catedral.
Por otro lado, los que refutan esa leyenda se basan en que posteriormente Yákovlev construyó otros complejos arquitectónicos, por ejemplo, el Kremlin de Kazán, cosa que, de ser ciego, no habría hecho nunca.
El destino de la catedral es un paradigma de los dramáticos giros de la historia rusa, cuando las obras de arte eran destruidas por capricho de los nuevos gobernantes, quienes consideraban que esas ya no se correspondían con la nueva realidad.
De hecho, la catedral estuvo a punto de ser borrada del mapa en varias ocasiones a lo largo de los últimos 450 años.
Por ejemplo, durante la invasión de Napoleón, quien al darse cuenta de que nadie le iba a entregar las llaves del Kremlin ya que los rusos habían abandonado y supuestamente incendiado la ciudad, tuvo que dejar Moscú y, frustrado, dispuso destruir la catedral.
Pero, al parecer, las tropas franceses llevaban prisa y no pudieron acabar con el complejo.
En otra ocasión, ya en el siglo XX, uno de los colaboradores más fieles a Iósif Stalin, Lázar Kaganóvich, le propuso al dictador soviético que diera la orden de destruir la iglesia, al igual que a muchas otras que fueron derrumbadas por el régimen ateísta soviético.
Dicen que a la hora de tratar de persuadir a Stalin de que la catedral impedía pasar a las tropas durante los desfiles militares en la Plaza Roja, Kaganóvich mostró una maqueta de la plaza y arrebató las pequeñas torres del complejo.
Stalin, dice la leyenda, quedó perplejo al instante y luego le espetó: «¡Que vuelvas a colocarlas ahora mismo!».
Pese a que la ideología bolchevique se manifestaba en contra de la religión como «un vestigio del pasado» de la burguesía zarista, fue en el siglo XX cuando más trabajos de reparación y mantenimiento se hicieron en la catedral.
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